Me costó ver el
final. Toda la temporada me ha resultado tan inferior a las anteriores que temía
una desilusión. No me equivocaba. Fue un final absurdo con cabos sueltos y una
hilera de interrogantes.
Cuando me refiero
a interrogantes no hablo de pistas para una temporada futura. No me parece mal
que haya huido uno de los Hermanos Gostony porque eso indica que habrá guerras
gansteriles en la próxima temporada. Tampoco que Lotte se entere que tiene un
hermano boxeador justo cuando Toni la rechaza, renegando de ella por haber
dejado a Ilse ciega. ¿Pero qué pasó con la relación de Lotte y Gereon? ¿Por qué
terminó acostada con ese barman con facciones de roedor?
Al menos Esther
consiguió que su marido aceptara que formaran un menage a trois con
Walter. Weintraub usó el dinero robado para pagar las deudas de los Kasabians y
el filme fue todo un éxito. Al único que no le gustó fue a Jacoby que, desde la
cama de Graff, escribió una lapidaria crítica sobre el cine expresionista, que
esta demodé y que hay que apostarle al realismo.
Pues quienes no
le apostaron al realismo fueron los productores. Antes de hablar del final
quiero comentar lo que más me gustó. Aunque abierto me complació el final de Toni.
No se fue con Peter ni con el viejo voyeur. Me pareció interesante que buscase
la protección de la pandilla de andrajosos.
¿El final de
Greta? … ¿qué decir de ese final? Al
menos yo sabía que la iban a ejecutar, pero los que no leyeron spoilers, deben
haber quedado infartados con todas las maromas que hicieron LiItten y Lotte (riman…los
voy a shipear) para intentar salvarla. Lo rescatable de ese episodio fueron las
despedidas de Greta. “No me olvides” le suplicó a Stalina en su último abrazo.
“Usted es una mujer muy valiente” le dijo la alcaide, prometiéndole acompañarle
al cadalso, y me eché a llorar con la cartita de despedida que Greta le dejó a
su hijito.
Mayor razón, esa
muerte injusta, para odiar a Wendt, pero
el Oberst queda sin castigo. Más encima nos inventan que asesinó a Stressmann. Efectivamente,
el Presidente del Reich tuvo un infarto fatal por ese entonces, pero poner a
Wendt en esa escena negándole el medicamento al anciano es una incoherencia muy
superfluo. Luego, los “buenos” tienen las fotos que les trajo Malú, Gereon se
las arregla para grabar a Wendt confesando sus crímenes… ¡Y nadie hace nada!
Zorgiebel se
rinde al chantaje de Wendt y renuncia, pero coloca otra persona en su cargo.
Ese es el único castigo de Wendt, el no llegar a ser Presidente de la Policía
de Berlín. Mejor hubieran dejado las pruebas en manos de los nazis y que estos
hubiesen vengado a sus caídos.
Con este castigo
chapucero llegamos a un final surrealista. Wegener despierta a su patrón con la
noticia de que la Bolsa de Wall Street ha caído. Nyssen, que está en la cama
con Helga, parte para la bolsa berlinesa.
Gereon también hace lo mismo. Aunque le
desplome del mercado de valores no es asunto policial, si lo es que un
detective de alto rango como Boehm esté en ese sitio tomando rehenes y
exigiendo que le devuelvan su dinero. Rath consigue desarmar a su compañero a pesar
de que a su alrededor hay varios suicidas. Le dice que piense en sus hijos y lo
envía a casa.
Gereon permanece
en el edificio y avista a Helga en el segundo piso. Sube y se la encuentra con Nyssen.
Lo curioso es que Gereon no los ve como siempre sino convertidos en los
personajes del filme de Betty Winter. Helga es la androide y Nyssen es el Fantasma
y entonces escuchamos en el trasfondo las palabras de Schmidt sobre el hombre máquina,
un ente que trasciende dolor, ética, emociones. vemos flashbacks de Gereon
drogándose.
Se supone que debemos
entonces comprender que toda la temporada ha sido una creación de la
maquiavélica mente de Schmidt ejecutada por sus Minions: Nyssen, Tristán Rot,
Gereon Rath. De milagro que Ulrich no era también paciente del doctor loco.
Como zombi,
Gereon desciende y va hacia la entrada. Un guardia le grita que no la abra. Afuera
espera una multitud enardecida que viene a exigir cuentas. Gereon abre y es
aplastado por la turba.
Se pone de pie,
sin un rasguño avanza hacia la calle y se detiene ante una alcantarilla en la
cual ve avanzar un torrente de agua enlodada. Hay quienes dicen que el
detective ve avanzar una gigantesca araña gigante por el agua. ¿Qué es esto “La
Guerra de los Mundos”? Pero eso dicen los intérpretes porque la serie ha alcanzado
un nivel de absurdísimo que necesita ser explicada
¿Saben que no me
creo el cuento? Es demasiado exagerado, y ya cae en fantasías expresionistas.
Schmid se ha convertido en un villano de opereta. Dicen que es una mixtura de Caligari
y Mabuse, pero ese tipo de caricatura no tiene espacio en un mundo donde los
villanos son de carne y hueso y manejan los hilos del poder. Realmente, no me
he quedado con ganas de ver la Cuarta Temporada. Mejor así porque con los
tiempos que corren, ni sabemos si la hemos de ver.
Nada más
irritante que escuchar a gente refutar mis argumentos en contra de “Unorthodox”
con un “está basado en la realidad. Es la historia real de una jasídica”. Eso
de la boca de gente que jamás ha leído el libro, que ni sabe el nombre de la autora,
me ha empujado a acabar con este mito. Libro y serie solo conservan vagas
similitudes entre sí. Un cúmulo de contradicciones y misterios sin resolver también
alejan el libro Unorthodox de la esfera de lo real, pero empujan al crítico
a convertirse en detective-arqueólogo encargado de descifrar pasado y presente
de Deborah Feldman.
Guerra Total
en contra de la Yidishkeit
Como todas las
personas infelices, Deborah Feldman se ha enconchado en su caparazón de
ensueños. Desde ahí, lo concreto y la verdad de los hechos se ven a través de
un cristal oscuro. La misión vital de La Feldman ha sido crearse una imagen de víctima
de una religión patriarcal. Su dedo acusador no apunta únicamente a su disfuncional
familia sino también a la comunidad jasídica que la vio crecer, al judaísmo y a
todos los judíos. En suma, ha declarado la guerra a la Yidishkeit como
la llaman en yiddish.
Feldman ha
admitido temerles a las religiones y no sentirse cómoda en ninguna. La entiendo
y respeto, pero eso no le da derecho a escupir en la gente que es religiosa o vive
de acuerdo con su fe. En sus primeras entrevistas, cuando era una veintiañera que
recorría Manhattan en tacones saboreando comidas prohibidas por el judaísmo
(algo que yo hice en mi día y realmente era una actividad placentera), Feldman solo cargaba específicamente contra
los Satmar y contra los miembros de su familia.
Feldman en días de pandemia, en su apartamento en Berlín
Sus acusaciones
contra extrañas practicas llevadas a cabo dentro del reducto Satmar la asemejaban
a voceros del Ku Klux Klan, de neonazis y de grupos anti religión. Después de
que la misma policía de Nueva York refutó una horrenda calumnia sobre un
supuesto“crimen ritual” ocurrido en Rockland County—la
comunidad Satmar donde ella vivía con su marido— Feldman bajó el tono de
sus acusaciones, llegando a admitir que solo conocía esa historia de oídas.
Un hábito muy
cómico de la escritora es repetir como si fuesen grandes verdades varias leyendas
urbanas sobre los ultraortodoxos, embelleciéndolas y magnificándolas, desde sus
costumbres sexuales hasta la mala fama de los Satmar como caseros. En una vitriólica
diatriba en contra de los Satmar lanzada en una entrevista con Vice en el 2014, Feldman goza describiendo el
asesinato de Menachem Stark, unreconocido miembro de la comunidad jasídica de Williamsburg. Sin
siquiera conocer el nombre de la víctima, La Feldman declara que sus
arrendatarios” lo odiaban,” dando a entender que uno de ellos lo mató.
En realidad, Stark
fue víctima de un secuestro y sus raptores, que esperaban cobrar recompensa por
él, accidentalmente lo mataron. Cuando el entrevistador le pregunta a la
escritora quienes lo asesinaron ella no solo no responde (es como una costumbre
de Feldman abstraerse hasta el punto de no oír lo que se le pregunta) sino que
se sigue burlando de la muerte de un padre de siete hijos diciendo “todo fue
tan loco. Lo encontraron en un basurero”. Obviamente la muerte de cualquier
jasídico la regocija.
Menachem Stark y su familia
En una entrevista
reciente a un periódico australiano , Feldman ha dicho que a las productoras
les importaba que “ Unorthodox” no acabase vilificando el mundo jasídico, a
ella eso la tenía sin cuidado. En sus últimas entrevistas, Feldman se ha quejado
del mundo judío en general. De nosotros, los no ortodoxos, que criticamos su
visión tan tendenciosa y unilateral por qué tememos que en su generalización
nos salpique a todos. Por otro lado, también se queja de que no la ayudamos
cuando escapó del mundo de Satmar. En realidad, culpa a los judíos en pleno y
al judaísmo de su desdicha que puede deberse más a circunstancias familiares
que a la insularidad del mundo jasídico.
La Feldman ha obtenido su pequeña venganza. En
su entrevista a Salón en el 2012, admite que su libro y los comentarios
que suscita han hecho daño a su familia. Que el tenerla a ella como “una oveja
negra” ha convertido a su familia en una vergüenza para la comunidad: “Lo que
significa que nadie quiere casarse con miembros de esa familia. Eso significa
que ya no pueden casar a sus hijos. De alguna manera arruiné sus vidas”.
Aunque Feldman
dice que no lo hizo deliberadamente, hay cierto triunfo en sus palabras tal
como cuando menciona que su marido, debido al divorcio, también se ha
convertido en un paria. ¿Pero que le hicieron para qué les tenga tanto
fastidio?Yo creo que la raíz del
problema es que DF nunca debió vivir en esa comunidad porque ni siquiera
genéticamente tenía cabida en ella.
El Libro de
Shoshana
Por parte de
madre, Deborah Feldman (o Surie Berkovic, su verdadero nombre) no tenía ningún vínculo
con el jasidismo. Su madre, Shoshana Berkovic era hija de refugiados de la
Alemania, nacida y criada en Inglaterra. Sus padres se divorciaron y nunca tuvo
muchas oportunidades en el Reino Unido por lo que, cuando a mediados de los 80,
le propusieron casarse con un chico judío de Williamsburg y que la familia
pagaría por su viaje y su trousseau, le pareció una excelente idea.
El problema fue
que al llegar a Estados Unidos y pasado un tiempo, Shoshana descubrió que su
marido no estaba bien de la cabeza. En el prólogo de Unorthodox, Deborah
debate con su madre cual era el problema del padre. La madre insiste en que era
un desequilibrio mental y que, si la familia lo hubiese puesto en manos de especialistas,
él se hubiese curado. Deborah, en cambio, está segura de que su padre es un deficiente
mental.
Es esa tara la
que pesará sobre Deborah hasta su matrimonio. Las miradas sospechosas
escudriñando posibles señales de locura en ella, las visitas a psiquiatras, la
falsa lástima, todo opera para hacer que Feldman se sienta excluida. Agreguémosle
el desprecio de sus parientes más adinerados capitaneados por la Tia Sheindi
(Chaya en el libro, Malka en la serie) y Deborah desarrolla una especie de
rencor social por sus parientes, rencor que extiende hacia los Satmar.
Otra ironía es
que el único vínculo con el jasidismo de La Feldman es su abuelo. Tal como narra
en Éxodus, su segundo libro, un
viaje a Hungría le reveló que su Bubbe no era jasídica. Eso explica las
pequeñas rebeldías de la anciana como el escuchar música clásica a espaldas del
marido o someterse a regañadientes a una afeitada de cráneo que no era
costumbre entre sus parientes.
Entonces tenemos
a una Deborah criada por una abuela que no está cómoda con la comunidad
impuesta por su matrimonio; un padre mentalmente ausente y una madre tan desdichada
que abandona Williamsburg y deja atrás a su pequeña hija. A ver es esto cierto.
En su muro de
Facebook, Shoshana Berkovic anunció feliz
en el 2010 que finalmente le había salido su divorcio, agregando que hacía
siete años que se había separado de su marido. Hagamos nuestra resta y el
resultado es que la madre de Deborah abandonó a su familia en el 2003, cuando
su hija mayor tenía 16 años.
La Profesora Berkovic con una foto de su hija.
Esta información contrarresta
totalmente con la imagen novelesca de Leah en la serie como una Madame X cualquiera
a la que le arrebatan su bebé porque no es lo suficientemente “buena” para ser
su madre. Pero también anula todo el rol de huerfanita a la que le robaron su
infancia, que se crea Deborah en su libro. Aunque Feldman ha escogido encuadrar
su historia con la presencia materna, desde el primer cumpleaños de libertad en
el prólogo hasta el agradecimiento final en la página dedicada a quienes
ayudaron a publicar el libro, la escritora está mintiendo ostentosamente.
Miente cuando
habla de la escasa presencia de su madre en su infancia, miente cuando cuenta
que su tía Chaya le relató en vísperas de su boda con Eli Feldman que Rachel
(Leah en la serie) había sufrido un colapso nervioso tras el nacimiento de
Deborah y había tenido que ser internada, tras lo cual había abandonado a su
bebé. Curioso porque en esta fotografía, Shoshana se ve muy recuperada junto a
su familia y una Deborah de siete u ocho años. Tan recuperada que por aquel
entonces, Shoshana y su marido recibieron a Shira Ester, su segunda hija.
Los Berkovic con su hija mayor
Cuando Deborah
dice que su madre se marchó de Williamsburg conduciendo su propio Honda (a
plena luz del día borrando toda idea de madre fugitiva) la escritora oculta dos
factores: que posiblemente ella fue
testigo de esa partida y que en el Honda viajaba también su hermana Shira de
ocho años. ¿Por qué nunca Feldman habla de Shira? ¿Por qué su hermana, es apartada
de la celebración de su cumpleaños con la que comienza el libro? Tal vez porque
esa fiesta de cumpleaños, donde Deborah
piensa en otras ocasiones cuando su madre estuvo ausente o piensa en su adolescencia
sin presencia materna, es una falsedad inmensa.
En el prólogo,
Rachel-Shoshana actúa como si fuera la Leah de “Unorthodox” lamentando la
carencia de recursos económicos que la forzaron a entregar a su hijita a
parientes políticos que la amenazaban con destruirle la vida si no lo hacía.
Extraño porque en el 2003, la maestra Berkovic (ella enseña biología en la New Utrecht High School) tenía dinero para contratar un abogado y llevar
a su marido a tribunales exigiendo la custodia de sus dos hijas.
Los documentos legales señalan que el juez Paul Grosvenor cedió la
custodia de Shira-Esther (posiblemente por ser más pequeña y necesitar más de
su madre) a Shoshana. La corte impuso dos condiciones: que la niña continuase sus estudios en su
escuela judía y que el padre tuviese derecho a visitas. La Señora Berkovic
accedió a ambas poniendo como exigencia que estuviese su suegro presente en las
visitas. ¿No que se llevaba tan mal con sus parientes políticos?
Cuando se la interrogó sobre esto a raíz de la
publicación de Unorthodox, Deborah masculló que Shira siendo menor de
edad no tenía cabida en el libro.¡Que
excusa tan débil! Sobre todo porque Shira hace rato que es mayor de edad (se graduó
de Bais Yakov en el 2009 y se casó en el 2014) pero en el universo de su hermana
mayor sigue siendo una presencia invisible.
Deborah comete
otra inexactitudes en el recuento de su infancia cuando relata su vida infernal
con la tía Chaya que la adoptó tras el “abandono” de la madre. Deborah dice que
lloraba tanto y tanto suplicaba vivir con los abuelos que su tía tuvo que
aceptar. Esto contradice lo que Deborah cuenta en el prólogo. Al enumerar las
muchas maneras en las que Chaya tomó control sobre la vida de su sobrina está
la decisión de que la niña debía vivir con los abuelos. Pero no es la única
discordancia en un libro lleno de contradicciones (La mejor es la del abuelo y
el Wall Street Journal).
¿Si sacamos de la
ecuación la historia de Deborah (o Surie, la huerfanita) que nos queda de
cierto de la trágica infancia de la escritora? ¿Aparte del desprecio de sus
parientes por su condición de posible enferma mental y de la conciencia de ser
diferente de primas con más dinero y familias más cariñosas, qué hace que
Feldman trascienda la esfera familiar y haga un J’Acuse de su micro
sociedad?
No tendrá muchos amigos jasídicos, pero si un perrito que le ladra
Educando a
Deborah
Deborah Feldman se
ha quejado, y lamentablemente tiene razón, de la pésima educación seglar que se
da en el mundo jasídico, la poca preparación intelectual y técnica que tienen
los jóvenes para enfrentar el mundo moderno y el aborrecimiento que la
comunidad tiene por la lectura de novelas o libros que no sean religiosos.
Yo he visto
bibliotecarias públicas en barrios judíos disuadir a jovencitas frum de
leer romances históricos, como bibliotecaria he tenido madres que me exigían no
prestarles libros a sus hijas, y como maestra he escuchado las quejas de
alumnas ortodoxas por ser obligadas a leer novelas en su clase de literatura.
En “Shtisel” la bibliotecaria de Ruchami se conduele de tener que mantener
estos libros (Anna Karenina) ocultos, aunque no tiene prohibición de
prestarlos.
En “Unorthodox”
Deborah Feldman cuenta de las estratagemas a las que debe acudir para traer a Jane
Austen y Lucy Maud Montgomery a su casa; viajes en bus a otros barrios,
escapada a una librería lejana a comprar un Talmud, ocultar libros bajo el colchón.
Dos cosas me sorprendieron de ese relato. La primera el tiempo libre y la
libertad de la chica para usar transporte público y deambular por diferentes
espacios libreros. Mi madre, que me esperaba con reloj en la mano para saber si
yo me había detenido en algún lugar en el trayecto, me hubiese desollado si yo
hubiera llegado cinco minutos después de la hora de salida de la escuela.
¿Lo otro es como
La Feldman compró “un Talmud”? El Talmud son 73 volúmenes. ¿Qué tratado compró?
Lo único que dice es que cubre los
pecados del Rey David. Por eso me olí que había algo raro en el cuento y no me sorprendí
cuando Pearl Engelman, vecina y conocida de la Familia Berkovic,
afirmó en una entrevista que Shoshana llevaba regularmente a sus hijas a la
biblioteca pública y que nadie les había prohibido lecturas a las niñas.
Confío en la
palabra de la Señora Engelman por ser más que una vecina chismosa. Esta
bisabuela de más de 70 años causó furor en la comunidad Satmar cuando se
atrevió a denunciar y a exponer públicamente a un hombre que había abusado de
uno de sus hijos. Desde entonces, ha
militado a favor de otros niños abusados en la comunidad.
Deborah incluso posteaba en su muro de Facebook
cosas que Mrs. Engelman había escrito. Pero sucede que cuando Pearl vio que la
escritora había convertido su campaña de publicidad en una vendetta personal que
trascendía su entorno familiar, le quitó su apoyo. Como dijo la anciana militante al New York Post “nos ha ensuciado a todos…Nos
sentimos insultados. Es un alma perdida”.
Otra queja de Feldman
ha sido que su escuela no ofrecía una educación equivalente a la que ofrecería
otra secundaria, que sus maestras eran unas inútiles y que la importancia del yiddish
provocó que ella no hablase bien inglés.
Hay que creerle porque por algo las autoridades escolares neoyorquinas no
otorgan un certificado a las que se gradúan de esas escuelas. Y el nivel del
cuerpo docente queda ejemplarizado cuando Deborah nos cuenta que, a los 17
años, estaba enseñando inglés a niñas de sexto grado.
Sin embargo, el hecho
de que enseñase un idioma que según ella no dominaba y que fuese aceptada cinco
años más tarde, en base a dos composiciones, en un programa de literatura de Sarah
Lawrence desmiente sus aseveraciones. La clave está en algo que Deborah no nos
cuenta.
Ella hizo nada más
que la secundaria en una escuela Satmar. La primaria la estudió en Bais Yakov
la más famosa y progresista institución para niñas judías en Nueva York. Una
escuela tan liberal que ningún jasídico enviaría a su hija a estudiar allá. Hay
maestras y alumnas que recuerdan a Suri, hay incluso una fotografía que circula
por Internet.
Foto de Feldman en Bais Yakov
No se sabe a qué
causa o motivo se debe que Deborah Feldman no siguiera en una escuela que prepara
a las alumnas para ir a la universidad. Corren rumores de que fue expulsada o
por malas notas o por pretender darles clases sexuales a sus compañeritas. El
hecho es que no encontraban otra escuela. Shoshana desesperada pretendía enviar
a su hija mayor a un colegio público cundo intervino su odiada concuñada que
era directora de una escuela Satmar. Así La Feldman terminó su educación, o lo
que pasa por tal, e incluso consiguió un empleo en esa despreciada institución.
Lo Bueno, lo
Malo y lo Feo de Casarse con Eli Feldman
Cuando reparamos
en la cantidad de embustes que componen la descripción de la infancia de la
escritora nos preguntamos si esto también es aplicable a la era más tortuosa de
Deborah Feldman: el matrimonio forzado, la familia política infernal, la vida
sexual de pesadilla. Pues en la icónica entrevista que Deborah dio en “The View”
cuando Barbara Waters le preguntó sobre ese primer único encuentro con su
futuro marido, La Feldman comentó on voz temblorosa que había estado tan
aterrada ese día que no recordaba nada/
Feldman con Barbara Walters
Las urracas de “The
View” la miraron con lástima, pero ninguna dijo “eso no es lo que has dicho en
tu libro” probablemente porque ninguna lo leyó. En el libro hay una descripción
profunda de esa entrevista, del noviazgo, de la boda. En ningún momento la
protagonista dice sentirse obligada o descontenta con el matrimonio. Durante
esa única cita de media hora la pareja habló por los codos y La Feldman
recuerda cada palabra, tal como el aspecto físico (rubio, ojos azules) de su
novio.
No se necesita
del Tío Ïzzy Berkovic que fue al Daily Maila decir
que su sobrina “estaba locamente enamorada de ese chico”, para saber que a Deborah
Felman le gustaba el marido. La de veces que menciona la fotografía, el hecho
de que las manos de su novio la distraigan durante su cita, el toque erótico de
fijar la vista en el espacio de piel que deja ver la camisa de Eli,, ect. Incluso
durante una de las muchas conversaciones telefónicas con su prometido, la
futura escritora cae en la sinestesia al oír su “sonrisa traviesa” a través del
auricular.
A propósito, ese
encuentro tan humillante de Esty con su suegra en el supermercado nunca tuvo
lugar. El abuelo y la tía de Deborah viajaron al pueblo de Monroe a entrevistarse
con la familia de Eli. Volvieron felices y le anunciaron a la chica que su
pretendiente era “muy dulce”, que habían quedado contentos con los Feldman y
que habían escogido lo mejor para Deborah.
Feldman estará
descontenta con su kala teacher y pasará una experiencia vergonzosa en
el Mikvah, pero cuando habla de su futuro está llena de esperanzas; va a ser la
mejor esposa, la mejor ama de casa está llena de planes que compartirá con su
marido, porque Deborah no tiene dudas de que su matrimonio será diferente al de
sus padres y abuelos. Su confianza no solo nace de los costosos regalos (que
incluyen un reloj pulsera de brillantes) que le ha hecho Eli, también es la
reputación de su prometido de ser ‘rebelde”.
Los Feldman con su contrato matrimonial
La gran
diferencia entre “Unorthodox” y el libro, es esa primera incomoda y semi
silenciosa cita. Lo que la verdadera “Esty”de dijo al verdadero “Yanqi” fue “te
advierto que soy difícil de manejar “y él le respondió que tenía una reputación
de llevarse bien con todo el mundo y que aceptaba el desafío. Según la periodista
Frimet Goldberger (cuyo marido Hershey era
el mejor amigo de Eli/Joel Feldman)contó en The ForwardEli era un
alter bocher (un solterón), a sus 24 años ya traía mala reputación por
no haberse casado, por conducir su propio auto, por trabajar ¡y por ir al cine!
Frimet y Herschey Goldberger
Después de una
boda en la que debajo de su velo/servilleta Deborah se ríe como loca, pero
finge llorar, viene el crudo despertar
entre las sábanas. La vagina de la novia es el centro del conflicto. Deborah se
referirá más tarde a “”mi cuerpo amotinado”. Agréguenle que Eli tiene
dificultades para tener y sostener una erección, y realmente hay un problema
grave.
Como suele
ocurrir se culpa a la esposa. Eli comete el error garrafal de confiar sus
secretos de alcoba con su madre y hermana. Estas le caen encima a Deborah y
comienza el calvario, la humillación y el peregrinar por consultorios médicos.
El primer
diagnostica un himen “doble” (¿himen elástico?), el segundo “una anomalía
vaginal”. Finalmente, la esposa virgen encuentra a una doctora que la ayuda a tratar
su vaginismo (espero que no con un tratamiento tan aberrante como el que
propone la Revista Anfibia) con una combinación de terapia, hipnosis y
medicamentos para la ansiedad.
A pesar de que el
matrimonio se consuma, Deborah queda embarazada y eventualmente, su marido se
vuelve un amante más considerado y experto, la relación ha quedado resquebrajada.
Deborah pasa un embarazo difícil, depresión post parto (se siente incapaz de dar
amor a su bebé) y ya anteriormente había sufrido ataques de pánico.
El Paraíso de
Sarah Lawrence
Las cosas no
mejoran aun cuando Deborah convence a Eli de trasladarse a Airmont, en el
condado de Rockland en las afueras de Nueva York. Airmont es un refugio para “Satmar
modernos”, un pueblo compuesto por jóvenes matrimonios que juegan póker, beben
cerveza, hasta fuman marihuana. Las mujeres usan ropa de denim y pelucas largas
y sexys. Deborah deja crecer su cabello, va a la peluquera y se lo tiñe. Vuelve
a trabajar, aprende a conducir y lleva una vida más excitante con comida china,
champaña en copas aflautadas, juegos de boliche y, lo más importante, la universidad.
Los Feldman con Yitzi
Esty convence a
su marido que le ceda el auto y le pague clases en un programa de continuación
de estudios (que no exige ni diploma de secundaria ni la cantidad de exámenes
que exigen los programas regulares de estudios universitarios) en Sarah
Lawrence. Aunque le dice que quiere tomar cursos de contaduría y mercado para
poner su propio negocio, Feldman se inscribe en cursos de literatura.
Pronto llama la
atención de sus maestros y hace amistad con Polly de Utah que lleva a Deborah a abandonar paulatinamente su judaísmo. Polly
enseña cosas útiles a su amiga desde cómo reconoce que un hombre es gay hasta
los placeres de la comida treif (no kosher).
Deborah se compra
sus primeros jeans y comienza a andar en tacones. Lo más importante es que
descubre sus aptitudes literarias. Antes de abandonar el mundo jasídico,
trabaja como editora de Condé Nast. Se da cuenta que puede ser independiente
usando su talento, incluso ganar más que lo que gana su marido y comienza a
visualizarse sin Eli.
A ratos, si se
lee la obra con distancia objetiva, Eli (que no es Yanki para nada) da lástima.
Lo vemos aceptar todo lo que su mujer impone, lo vemos intentar ayudarla en el
hogar (Deborah menciona que al volver del hospital con su hijo Ytzy, Eli ha
limpiado toda la casa y preparado el cuarto del bebé). Además de ser mejor
amante tiene toques románticos como cubrir la cama con pétalos de rosa antes de
hacer el amor, o limpiar la cocina las noches en que Deborah vuelve del Mikvah.
Solo que para ella
todo trae un “pero” que le impide apreciarlo: Eli ha estado pidiendo consejo lo
que significa que ventila su vida privada o sus atenciones son porque quiere
sexo. Es obvio que Deborah no lo quiere, no quiere estar con él, no quiere que
crie a su hijo y lo vuelva como él y planea irse,
Hay varios
detonantes. Uno es darse cuenta de que Eli nunca va a ser más de lo que es económicamente
hablando. Algo que deduzco (tal vez porque me reconozco en ella) es que Deborah
Feldman, en esta nueva etapa, se convierte en consumista y obsesionada con
marcas. Goza luciendo un vestido de Anne Taylor ante los atónitos ojos de Williamsburg,
va a la universidad en alpargatas de Prada y jeans de Seven, y deja que su
amiga Polly le aconseje sobre marcas antes de comprar lentes. Yo que solo
recientemente me he vuelto una loca por las compras y las marcas , la entiendo
(si ya sé que doy lata con mis lentes Burberry, mis aretes de Anne Klein y mis
perfumes de Guerlain).
Deborah está
escribiendo un recuento de su infancia y lo lee en el taller literario de Carolyn
Ferrel quien le aconseja publicarlo. Polly convence a la agente literaria
Patricia van der Leun de encontrarse en un café de Manhattan con esta jasídica
que busca representación. Patricia se impresiona al ver a La Feldman llegar en
pantalones y tacones. Deciden escribir una “proposal’ y presentarla a diferentes
editoriales. Una vez aceptada, Deborah escribirá sus memorias. Van der Leun le advierte
que el proceso puede tomar hasta un año.
Crónica de una
Huida Anunciada
Durante ese año
ocurren dos eventos que hacen sentir a Deborah su necesidad de acabar con su
matrimonio tanto con Eli como con el mundo ultraortodoxo. Una es su última
visita a su familia en Williamsburg para la celebración de Purim. Encuentra a
su abuelo igual de poco realista, Bubbe está perdiendo la memoria (poco después
la internarán en un asilo) y el padre de Deborah está borracho. Le es fácil
entonces desligarse de una familia que nunca más ha vuelto a ver.
El segundo es el
infame accidente automovilístico cerca del Tappan Zee que según la autora fue
la gota que derramó su vaso. Cuando su marido no quiere hacerse responsable del
accidente (no había cambiado los neumáticos defectuosos), Deborah ya no aguanta
más y aprovechando que ya ha firmado contrato con una editorial (Simon
&Schuster), se marcha.
Antes, ella y su
marido van a un consejero matrimonial religioso que los refiere a un terapeuta
profesional, pero Eli, cansado, dice que mejor se divorcian de una vez. “Sí es
lo que tú quieres” le responde hipócritamente su esposa. Después de esa frase, en el próximo párrafo del libro, Deborah
cuenta como renta un carro, vende sus joyas, empaca sus cosas y las de su hijo y
se va.
El lector queda
con la impresión de que todo ha sido hecho de acuerdo con el marido. En las páginas
que faltan Deborah habla de la casa que compra, de la cama doble que comparte
con su hijo, de cómo se siente por fin unida al niño, que Ytzi aprende inglés y
que no extraña al padre (algo que dudan sus cercanos quienes dicen que Eli y su
hijo “se adoraban” Sin embargo, hay una incongruencia, ella cuenta que no ha
dado su nueva dirección a nadie, que cambió el chip de su celular (Mas tarde dirá melodramáticamente que arrojó su celular
al rio).
Lo que Deborah no
nos cuenta es que, aparentemente sin necesidad, ha huido y que al hacerlo ha
cometido dos delitos: abandono del hogar
y secuestro de su propio hijo, que con eso ya perdió el derecho a la custodia.
Aun así, Deborah Feldman consiguió la custodia de su hijo, de una manera más
parecida a la de su madre con la condición de que Ytzi continuase su educación
judía (Algo que el chico no ha hecho en Alemania) y que pasara dos weekends
mensuales más los veranos con el padre. ¿Como lo hizo?
Feldman y su hijo
Joel Feldman se
ha negado a dar entrevistas, pero en una ocasión se sinceró con Frida Viezel, su
amiga y colega en la labor de ser jasídicos divorciados y padres solteros. Mas
tarde se negó a darla en publicación, pero Frida, que es escritora freelance y guía turística,
la publicó en su blog airada ante las mentiras de Deborah.
Frida Vizel
Ahí Joel cuenta
del horror de volver a su casa y encontrar closets vacíos, a su hijo y esposa
desaparecidos y recibir un críptico texto: “me fui. Ytzi está dormido en el
auto”. Tras dos semanas en las que Feldman no supo nada de su familia, Deborah
lo citó en un restaurant y lo apabulló con exigencias y ordenes sobre el
divorcio, la custodia, la manutención del niño. Atontado, él cedió a todo.
La Reinvención
de Deborah Feldman
Parte de la campaña
publicitaria que SImon&Schuster montó para promover el libro de Feldman
incluye una historia reversionada: la huida, la esposa fugitiva, las amenazas,
el miedo. Eso es lo que ha magnificado la serie de Netflix sin reparar en que
todo se basa en mentiras.
Durante la campaña, Deborah alternaba sus
fotos con ropa provocativa y sus comentarios sobre lo sabroso que era comer
comida que no era kosher y menciones al novio católico de los bosques de Luisiana
(en su próximo libro hablará más de este Connor, alcohólico y motociclista,
junto con otros amantes que irá acumulando en el
Feldman Liberada
camino).
Entremedio, sollozaba y pedía pañuelito para secarse los
lagrimones al recordar su odisea, su lucha por ser la única jasídica que pudo
huir de la Familia Manson (perdón los Satmar) con la custodia de su hijo y mentía
y mentía como cuando dijo a ABC
que le era imposible volver a Williamsburg por que todos la reconocían y juzgaban,
cuando un día antes había dicho lo
contrario al New
York Post. ¡Hasta había posado en minifalda en el medio de su antiguo
barrio!
Minifaldera en Tierra de Satmar
Para mujeres que
están intentado cambiar el patriarcado Satmar desde adentro como la Jueza Rachel Freier y Pearl Engelman, lo que Deborah ha hecho
es sabotear esta misión con sus fantasías adolescentes que la alternan en roles
de heroína mártir victoriana y de
protagonista consumista y juerguista del chick lit (en una ocasión se quejó de querían
hacer de ella una Lena Dunham).
Gente que ha
criticado fuertemente a la comunidad jasídica, como el autor del blog False Messiah y Hella
Winston autora del excelente The Unchosen, sienten que Feldman le ha hecho un flaco favor
al inventar calumnias fáciles de probar contra los Satmar ya que con eso resta
credibilidad a quienes realmente son víctimas del sistema. La mayor critica
viene de esposas y madres que como Feldman han huido del mundo jasídico, muchas
teniendo que perder a sus hijos en el intento. Ellas sienten, como ha dicho Frida Viezel, que la
escritora no las representa, que gozó de privilegios que no tuvieron ellas.
Frida Vizel en su epoca de lucha por salir del mundo jasídico y llevarse a su hijo.
Uno ha sido la
excelente representación legal que tuvo Deborah Felman cuyo caso fue llevado (pro-bono)
por la reconocida firma de abogados Grant&Appelbaum de la Quinta Avenida.
No es que haya envidia por las ventajas que gozó la Feldman. Lo que irrita a
las exfrum es su campaneo de “soy víctima del patriarcado”, una
necesidad de sentirse mártir, de inspirar lastima mientras goza de celebridad y
prerrogativas desconocidas para muchas jasídicas.
Antes de ver
“Unorthodox”, el mundo, incluso el angloparlante, ni sabía quién era Deborah
Feldman. Gracias a la serie, este julio, la editorial Lumen ha prometido que
estará el libro en venta tanto en castellano como en catalán. Ahí podrán ver
las tremendas diferencias entre un cuento de hadas televisivo y unas memorias totalmente
diferentes, pero con las pruebas que he aportado podrán también ver que la
memoria muchas veces le ha fallado a La Feldman.
Tras cuatro horas
de “Unorthodox”, nos queda la impresión de que Esty es víctima de un culto que
la obliga a raparse, casarse con un desconocido y sufrir una vida sexual de
pesadilla. Tragedias evitables si hubiese poseído más experiencia o se hubiese
casado por amor. Como la experiencia sexual no nos evita tropiezos en esa zona,
como casarse por amor no implica una vida sexual plena, y como el judaísmo (contrario
a lo que nos presenta la serie) no es anti placer físico, es hora de completar la
inconclusa y torpe lección que la serie nos ofrece sobre el romance, sexo y la
vida íntima de los ultraortodoxos.
El Sex Appeal
de la Mujer Calva
Voy a comenzar
con lo que más shock ha provocado en una audiencia para quienes los Satmar se
han convertido en Caminantes Blancos, entes ayer desconocidos, hoy vistos como
peligrosos para la sociedad. Me refiero a la tradición de rapar a la novia
antes de la noche de bodas. Creo que un motivo para el escándalo es que, a
través del proceso, Esty llora como magdalena.
Esto ha provocado
la molestia de mujeres Satmar (las que tienen acceso a la miniserie) y de ex
Satmar, puesto que se trata de un rito de pasaje al que todas las chicas de la
comunidad se someten e incluso acogen con entusiasmo porque las convierte en ‘señoras
casadas”, en adultas que merecen más reconocimiento que las solteras. Algo así
como los chicos musulmanes que han esperado siempre a su doceavo cumpleaños
para pasar por una circuncisión que les da el estatus de un adulto.
¿Si una chica
vive en una sociedad donde todas las mujeres se rapan, por qué va a llorar el
día que le toque a ella? Esa es una pregunta que debemos hacernos, y la
respuesta es que Esty es diferente, tal como lo era Deborah Feldman que al
segundo año de casada dejó de afeitarse el cráneo. Pero yo quiero volver a la
ira hipócrita de un público que se olvida de en qué mundo vive. Para mí, que crecí
con imágenes del movimiento punk, de Sinead O’Connor, de “Alíen Nation”, una
mujer rapada solo indica que está siguiendo una moda.
Sinead O'Connor
Hace dos años, me
alejé de Twitter, harta de mensajes militantes que me eran ofensivos. El último
y más molesto era un montaje de mujeres calvas con un cartelón que decía “Las
mujeres verdaderas se rapan”. Después me explicaron que era un anuncio en apoyo
a la humillación que significa para las pacientes de quimioterapia perder su
pelo. Sin embargo, y lo demuestran estos videos de este año, el trend de
la cabeza rapada femenina continua y entre mujeres de todas las nacionalidades
incluso las latinas.
Esto me recuerda
esa escena icónica de Viola Davis en “How to Get Away with Murder” donde, como parte
de su rutina de belleza nocturna, se quita la peluca y vemos que no tiene
cabello. Esta imagen ha sido descrita e interpretada de muchas maneras desde que
es un ejemplo de sensualidad hasta que se trata de un rechazo de conceptos eurocentristas
de la belleza femenina. Tener el cabello largo, o simplemente tener cabello se
convierte en un ejemplo de adhesión a cánones de belleza patriarcales y caucásicos,
además de ayudar a discriminar a las que no poseen melenas largas y frondosas.
Creo que todas
las bellezas de Hollywood en este siglo se habrán rapado para algún que otro
rol. En los últimos Oscares la moda fueron cabellos muy cortos, en estilo pixie,
que se consideran más sanos y económicos ya que para mantener el pelo largo hay
que invertir en una cantidad de productos de belleza caros y nocivos para el
medio ambiente. Les dejo una escena de Natalie Portman en “New York, I Love You”
para demostrar mi tesis de que la mujer calva puede convertirse en un objeto
erótico.
¿Es obligación
raparse el cabello?
A propósito, el
personaje de Nat dice que ha preferido raparse antes de la boda y no al final
de esta. Eso es posible puesto que no es un mandamiento religioso sino una
costumbre que se “sacralizó” convirtiéndola en parte del ritual matrimonial de
las mujeres Satmar. ¿De dónde nace esta costumbre?
Hay muchas
interpretaciones, un profe de antropología me dijo que era posible que en
ghettos y shetls (aldeas judías) de la vieja Europa, al no haber condiciones
muy higiénicas, muchas mujeres desarrollaban tiña y hasta piojos, así que el
rapado era una necesidad. En estos tiempos yo he oído desde que es más fácil
mantener el cabello cortísimo, que es más fácil encasquetarse una peluca cuando
el cráneo está liso, y, mi favorita, que es más útil para el Mikvah, el baño
ritual del cual hablaré en un momento.
El rapado se ha
vuelto una costumbre semi obligatoria para toda novia Satmar, pero sabemos que
no lo es para esposas ultraortodoxas. Lo sabemos porque vimos el cabello
(albeit corto) de Rachel McAdams al quitarse la peluca en “Disobedience””. Y
porque vimos a Elisheva despojarse de la peluca en ‘Shtisel”.
Esty (McAdams) con su amante, con su marido y con peluca
Esty sin peluca
En una escena
cargada de erotismo (y en una serie donde hay total ausencia de sexo) Elisheva
se quita su sheitel (peluca)para mostrarle a Akiva su canas y disuadirlo
de casarse con ella. Para Akiva es como si le hubiese mostrado un seno,
enardece aún más su pasión obsesiva por la viuda. La escena sirve para
reafirmar el cabello como icono erótico (y mágico) en la imaginación judía,
pero también demostrarnos que no todas las mujeres ortodoxas se rapan.
Luego tenemos una
escena de los Weiss a punto de acostarse. Ante el espejo, Gitti se quita la
peluca y vemos que su cabello es tan largo que lo usa recogido en un chignon.
Pero inmediatamente se encaja uno esos horribles gorros de fieltro (“gorra de pitufo”
los llamaba mi ex cuñada) para meterse en la cama. Y yo quedé boquiabierta
porque esa costumbre (recordemos los turbantes de Esty) demuestran la exageración
del cumplimiento de una ley hasta el punto de tergiversarla.
Gitti con peluca
Lo que esconde su peluca
La Mishnah (ley
judía) especifica que algo tan bello y erótico como cabello debe ser guardado
solo para ser exhibido en la intimidad, a familia y marido. Entonces es un absurdo
cubrirse la cabeza en los momentos íntimos. ¿Por otro lado, si se ve el cabello
como algo “impúdico”, cómo se explica que las chicas solteras no se cubran? En “Shtisel” hemos visto una variedad de jovencitas
ir por la calle luciendo su lindo cabello sin que nadie se escandalice. La misma
Esty tenía el cabello largo y rizado antes de casarse.
Akivah y sus novias de largos cabellos: Batiah
Esty Gottlieb
La Prima Libby
Es difícil
separar ahí costumbre de ley. Sabemos que en la Biblia las mujeres cubrían su
cabeza, pero así lo hacían todas las mujeres en el mundo antiguo antes de salir
de su casa. Aquí un artículo en español de Jabad.org que explica el tema.
Hasta los Años 50,
la mujer occidental respetable se ponía sombrero para salir a la calle y no sé en
qué momento dejaron las cristianas de usar velo para ir a misa, así que a nadie
le sorprendía que, públicamente y para cumplir con deberes religiosos, las
judías se cubrieran la cabeza. Tal como hoy ortodoxas modernas se ponen
sombrero para rezar. Aquí vemos a Ivanka con sombrerito rezando ante el Muro de
los Lamentos.
Lo de la peluca
es otro cuento. En tiempos bíblicos ninguna judía hubiese osado raparse y
ponerse peluca porque eso lo hacían las egipcias, muy mal miradas en el mundo
hebreo. La idea de usar peluca se puso de moda entre las judías europeas en el
siglo XVII, y fue muy perseguida por los rabinos porque la veían como una forma
de “modernismo” y de adoptar costumbres de gentiles.
Hasta hoy muchos
rabinos jasídicos miran feo lo de las pelucas porque lo ven como una forma de
vanidad. Eso se debe a que en el mundo ultraortodoxo muchas mujeres se han convertido
en exitosas empresarias gracias al negocio de la fabricación de pelucas, y vale
decir que hay pelucas en el mercado ultraortodoxo que de verlas ya se antoja
raparse y ponérselas. Como las que nos muestra Sarah Mintz (a la que un día conocimos como Maritza Rodriguez)
En mi época,
todavía no existían estas pelucas tan atractivas. Donde las judías casadas
desahogaban su vanidad era en los sombreros. Ir a la sinagoga en sábado o días
de fiesta para mí era una ocasión de devorar con la vista los desfiles de moda sombrerera
que se daban en la sección femenina. Aunque para algunas más modernas el
sombrero bastaba, otras combinaban sombreros con peluca. Algo que veo todavía
se conserva en las comunidades europeas como vemos en esta boda de jasídicos
belgas.
El Baño Ritual
no es un Acto de Aseo
Dejando
establecido que no es obligación para una judía religiosa ni raparse, ni usar
peluca, pasemos al otro punto espinoso que nos muestra “Unorthodox” sobre las
novias/esposas judías: el baño ritual o Mikvah, el concepto de impureza
asociado con la sangre femenina y los días tabú para no tener sexo. Aqui dejo un clip de una serie de videos que Ophra Winphrey filmó durante una exploración del mundo jasídico.
En tres palabras,
el baño ritual consiste en que la mujer (estando completamente desprovista de
toda “barrera “desde esmalte de uñas hasta dentadura postiza) se sumerge
totalmente, hasta la raíz del cabello, tres veces en una piscina de agua pura y
luego dice una braja (bendición). Eso es todo.
Por eso quítense
de la cabeza la idea de que el Mikvah es un acto de aseo personal, que gente
sucia (el Mikvah es obligatorio para hombres y mujeres solo que los motivos
varían) se “limpia” en esa piscinita. El Mikvah es un acto espiritual que no
tiene que ver ni con cochambre ni con hediondez.
El Mikvah es parte
de lo que se conoce en el judaísmo como Leyes de Taharat Ha Mishpahha (Pureza
familiar) y leyes de Niddah que vienen de tiempos antiquísimos. En el Antiguo
Testamento hay descripciones de mujeres sumergiéndose en ríos o en piscinas de jardín
(El Libro de Judit, El Libro de Susana) para cumplir con el ritual, y el rey David
se encaprichó con Betsabé al verla en su Mikvah privado en el tejado de su
casa.
Hay arqueólogos
que cuestionan la antigüedad del Mikvah porque no lo han encontrado en las
ruinas de edificios antes del primer siglo pre era cristiana. Eso es como si un arqueólogo del futuro
determinase que la gente del siglo XX era analfabeta porque no tenía Kindle. Desde
que el Levítico nos ordena a hombres y mujeres someternos a abluciones rituales
que se usaban mikvoth naturales: ríos, manantiales, lagos y el mar. Los
adinerados tendrían pozos para reservar agua de lluvia en sus jardines y
gozarían de baños privados.
Mikvah natural en Ecuador
Para el
nacimiento de Cristo, existían en toda Judea mikvoth públicos. Cuando los católicos celebran la Candelaria
están celebrando el final de la cuarentena de la Virgen Maria marcado por su
inmersión en un baño ritual. Aun después de la destrucción del templo, aun en
la Diáspora, la purificación ritual siguió siendo primordial para los judíos. El
Mikvah más antiguo de Europa es el de Siracusa en Sicilia y data del siglo VII.
El más antiguo de America es el de Baltimore construido antes de la Guerra
Civil y en 1998 se descubrió en el sector histórico de Salvador en Bahía, un Mikvah clandestino del siglo XVII que demuestra la
existencia de cristianos nuevos judaizantes en el Brasil Colonial.
Mikvah clandestino del Brasil Colonial
Es esa
continuidad, esa importancia, esa cadena histórica lo que me acerca al Mikvah.
Para los varones la inmersión ritual es uno más de los muchos mandamientos que deben
cumplir, para nosotras es una de las tres obligaciones femeninas (junto con el encendido de velas y la
quema del diezmo) que nos ordena la Torá.
Conscientes del
inmenso trabajo que engendra ser esposa, madre y pilar del hogar, los rabinos
talmudistas liberaron a las mujeres de muchos mitzvoth. Es por eso por
lo que el judío diariamente reza una oración donde agradece no ser mujer,
porque a) tiene más mandamientos que cumplir y b) no tienen esas obligaciones
tan pesadas que recaen en la mujer como custodia de la armonía doméstica y creadora/criadora
de los hijos.
Abstinencia y Leyes
de Niddah
Es por eso por lo
que, aunque nunca me he casado, he mantenido las leyes de la pureza familiar
dentro de mi vida sexual e incluso he ido al Mikvah (aquí, no en Chile donde
solo hay tres y están solo en Santiago). Sin embargo, cuando estaba en la
escuela le tenía terror al cuento del rapado (hasta que me explicaron que eso
era solo para las Satmar) y el baño ritual. Curiosamente, nunca se me hizo
difícil la idea de que tendría que pasarme dos semanas al mes en abstinencia
sexual.
Ni en el libro ni
en la serie “Unorthodox”, a las protagonistas parecen preocuparles la
abstinencia, debido a que le temen más al torpe y doloroso coito que le imponen
los maridos. En su libro, Deborah Feldman cuenta lo feliz que está su marido al
saberla encinta porque ahora si no tienen que preocuparse de Niddah, pueden
tener todo el sexo que deseen. Algo que no pone muy contenta a Deborah y, sin
embargo, es precisamente la imposición para no tener sexo durante el periodo
menstrual de la mujer lo que indigna y escandaliza a los contrarios al
judaísmo. A proposito muchos terapeutas sexuales y sicólogos encuentran que la abstinencia sexual por un determinado tiempo es un gran afrodisíaco.
Según el Levítico,
la esposa debe guardarse de tener relaciones sexuales durante los siete días en
que dura su menstruación, tras lo cual debe someterse a un baño ritual antes de
reanudar su vida de pareja. Sucede que los sabios del Talmud descubrieron que había
mujeres cuyas reglas duraban más que una semana, por lo que instituyeron cinco
días extras. He ahí la castidad forzada de los doce días mensuales. Esto se
aplica nada más que a la mujer fértil casada, pero no significa que las
solteras por vírgenes que sean no cualifiquen como Niddah y de eso deriva el “Neguia”,
la distancia social entre sexos que impera en el judaísmo ultraortodoxo.
Unos días antes
del matrimonio, la novia va al Mikvah que ahora ocupa un edificio especial
dentro de la comunidad. Después de la zambullida, ella ya no es Niddah y puede
tener relaciones sexuales. De ahí en adelante ella irá todos los meses acabado
su periodo menstrual. El Mikvah también es utilizado después de la cuarentena
post parto y nuevamente marca la reanudación de la vida sexual de una pareja.
No todos los
motivos para usar el Mikvah son fisiológicos. El baño ritual es un requisito
para convertirse al judaísmo y se aplica a ambos sexos. Lo mismo ocurre con la
ida al Mikvah antes de Yom Kippur algo que hacen hombres y mujeres. En “A Place
to Call Home”, la heroína usa un rio australiano como Mikvah antes de Yom
Kippur, provocando el escándalo del pueblito donde vive.
Un rio australiano como mikvah natural
Lo que necesita Sarah Addams en Yom Kippur
Inicialmente, las
ramas liberales del judaísmo, Reformismo y Conservatismo despreciaron tanto Niddah
como el Mikvah considerándolos resabios de una religión anticuada, superfluos y
sexistas. Por suerte, en este siglo han recapacitado y visto todo ese conjunto
de leyes como dotado de una gran carga espiritual al igual que han notado su
mérito en la práctica femenina del judaísmo.
Hoy tanto las
rabinas como sus feligresas usan el Mikvah como un rito de pasaje para un sinnúmero
de eventos, algunos asociados con causas fisiológicas (menopausia, aborto espontaneo,
cura de cáncer) otros con traumas (violación, aborto provocado, divorcio). Las
parejas lésbicas van al Mikvah y es usado para marcar un nuevo principio para
los que han cambiado de sexo. Esta nueva importancia del ritual aleja esas
erradas connotaciones de “suciedad” que han sido vinculadas por la imaginación
popular (y no solo la judía) a las reglas femeninas.
Cuando en “Unorthodox”,
Yanki pregunta a Esty “si ya estás limpia” (léase fue al Mikvah) está
demostrando una ignorancia heredada posiblemente de su madre. Muchas mujeres
son las propagadoras de esa imagen de mujer menstruante como sucia. Mi madre
tenía un problema atroz con sus periodos y peor con los míos. Ella me decía que
“yo estaba sucia” pero el baño ritual no higieniza puesto que debe llevarse a
cabo cuando la mujer está totalmente limpia de cualquier impureza física, o sea
mugre y sangre.
El Mikvah-Spa
Una se pasa más
tiempo aseándose en preparación del baño que en este. La preparación comienza
en casa, a pesar de que es obligación bañarse en el mismo edificio del Mikvah,
pero para evitar pérdidas de tiempo mejor adelantar en aspectos como rasurado o
depilación. Se aconseja ir sin maquillaje y sin esmalte de uñas. Agreguémosle
con uñas cortitas. Mi primera Dama del Lago (así llamaba la Rebbetsin Blu
Greenberg a las mujeres que atienden a las bañistas en los mikvoth) armó una
pataleta por el largo de las mías.
Ya limpia (o
creyéndose limpia) llegas al edificio y tras una breve espera pasas a un baño
privado con tina y ducha, lavamanos y todo tipo de cosas útiles. Mi método de
evaluación de un Mikvah era el nivel “spa” del lugar. Un buen local provee de
batas o toallas albas y de buen olor (una puede llevar las propias), zapatillas
desechables, pasta de diente cepillo, peineta, shampoo, acondicionador, jabón líquido,
cepillo, lima de uñas, e hilo dental. Todo nuevo, todo te lo puedes llevar. Ya
con eso una se jabona, se refriega, se saca la cera de los oídos, las lagañas
de los ojos y se quita todo: joyas, pupilentes,
dentadura postiza hasta parche curitas.
Con el cabello
lavado y desenredado, y en bata, tocas un timbre. Viene la dama del lago, y te revisa
para asegurarse que estas lista, te escolta hasta otro cuarto que es la
piscina, y te espera con tu bata en mano hasta que te zambulles asegurándose
que lo hiciste bien y que no dejaste ni un bucle sin remojar. Después te
acompaña de nuevo al otro baño para que te vistas y te seques el cabello. Yo
estuve en un sitio tan VIP una vez que hasta ofrecían (pagados) servicios de peluquería
y una manicurista.
El mikvah en Unorthodox
Yo nunca fui al Mikvah
en condición de kala (novia). Mis amigas ortodoxas me rogaron que
fingiera ser “casada vieja” y que me abstuviera de ir a vecindarios ortodoxos donde
pudiera ser reconocida, además donde las damas del lago se toman atribuciones
con jovencitas inexpertas (como la que describe Feldman en “Unorthodox”) y terminaban
bañándolas. Eso vimos en “A Price Above Rubies” donde Renee Zellweger recibe un
baño a lo Cleopatra.
¿Si entonces una
entra al Mikvah super mega limpia qué impurezas se desvanecen con el baño
ritual? No voy a meterme a explicar antropológicamente los tabúes de la sangre
menstrual que han existido no solo en pueblos primitivos sino en toda sociedad y
hasta hoy en muchas religiones. La Iglesia Ortodoxa Rusa todavía prohíbe a las
feligresas comulgar estando en sus días, las mujeres hindúes y budistas también
cuidan su mes y se abstienen de actividades religiosas y domésticas durante ese
tiempo. En el Islam se permite a la mujer ir a la mezquita, pero si se la exime
de ayuno.
El miedo o
respeto que ha provocado la menstruación en el mundo desde la antigüedad no
tiene que ver con que en esos días la mujer esté más cochina o maloliente. Por
el contrario, se la ve como peligrosa, como poderosa, como mágica. Eso es lo
que intentó hacernos ver “Freud” con esa vinculación del resurgimiento del
poder de la Taltos Fleur cuando está menstruando.
Si se habla de
impureza es porque la mujer no está en su estado normal. El hombre según el
judaísmo debe ir al Mikvah porque esta impuro por pecados, por contacto con
muertos, por enfermedades, incluso por eyaculación involuntaria. En la mujer es
diferente porque la pérdida de sangre la hace distinta, la convierte en una
fuerza viva natural, la fuente de la vida.
Sexo Kosher
De ahí viene la
abstinencia sexual durante la menstruación (que estudios médicos han asociado
con la baja tasa de cáncer cervical entre judías ultraortodoxas). Pero fuera de
ella, el sexo es algo que el judaísmo celebra. A raíz de” Unorthodox” han
surgido expertos que salen conque el sexo entre los judíos observantes es tan
puritano como lo muestra la serie. Incluso he oído rebuznos de que entre los ultraortodoxos
solo se permite la postura misionera y el sexo está circunscrito a la noche del
viernes. Oy, Oy, Oy!
Aunque se
considera un mItzvah hacerlo en Shabbath, el sexo puede practicarse todos los
días de la semana (con excepción de Yom Kippur, Tisha b’Av y otros días de
ayuno) en cualquier horario. No hay límites para posiciones, si se es ágil se
pueden explorar todas las posturas del Kama Sutra. Con excepción de prácticas
muy exóticas (léase tríos, zoofilia, lluvias doradas) se puede hacer de todo en
la cama. Y hasta hay tiendas en Israel para vender juguetes sexuales a parejas
ultraortodoxas. ¡Verdad de D-s!
Sin embargo, hay
veces que el sexo está vedado y que no tiene que ver ni con fechas de
calendario, es cuando la mujer no quiere. Aunque el que alguno de los esposos
se niegue a proveer satisfacción sexual como manipulación es causal de divorcio
en el judaísmo, está prohibido obligar a la esposa a cumplir con su deberes
conyugales si está cansada, enojada, borracha o simplemente no le apetece.
Mayor razón en el caso de Esty puesto que le es doloroso. Si no me creen vean
lo que dice este rabino jasídico y como en el Talmud se llama “Hijos de Violación
“a los engendrados a regañadientes.
El Talmud es muy
claro, el placer de la mujer viene antes que el del hombre. Los médicos
victorianos heredaron de los talmudistas la idea errada que era imposible la concepción
sin existir de por medio el orgasmo femenino. Si quieren enterarse de la importancia
del placer sexual en el judaísmo leánse los libros del Rabino Shmuley Boteach,
o alguno de los muchos artículos sobre el tema en Jabad.org o si desean algo más
intelectual léanse La epístola sagrada de Nahmanides uno de los grandes
talmudistas medievales. Se cree que el filósofo catalán lo escribió para ayudar
a su hijo en la noche de bodas de este.
¿Entonces cómo se
explica la desastrosa vía sexual de Esty y Yanki en “Unorthodox”? Por un lado, el absurdo puritanismo que parece
regir en el mundo ultraortodoxo y que trasciende las reglas del recato y
privacidad que el buen gusto exige para tratar temas sexuales en el mundo
judaico. No puedo decir que sea la ausencia de clases de educación sexual puesto
que hay un auge de disfuncionalidad sexual en todo Occidente y no lo podemos
culpar ni en comunidades cerradas ni en religiones represoras.
La mayoría de las
chicas ortodoxas aprenden sobre sexo de sus madres, abuelas, tías, primas y
compañeras. En un mundo en el que los embarazos y partos son pan de cada día,
es imposible no enterarse de temas fisiológicos y sexuales. Nuevamente, entra
en juego la orfandad de Esty, su falta de apoyo familiar.
En el caso de
Yanki no sé qué decir. He conocido tantos chicos y hombres como él y no
necesariamente judíos ortodoxos. Se les encuentra en el mundo evangélico,
católico, en nuestras comunidades latinas e incluso en la islámica. Recordemos
que en el libro el vaginismo de Deborah es exacerbado por la incapacidad de su
marido de mantener una erección. Ahí existe un problema en ambos cónyuges.
El conflicto yace
no solo en la ausencia de información sino también en la desinformación.
Quienes deben guiar a los futuros esposos, los famosos maestros de Kalas y de
Josón (novio) son tan ineptos y crípticos como la que aparece en “Unorthodox”.
A juzgar por la alta fertilidad de las jasídicas, no todos los guías son tan torpes,
y casos como el de los Shapiro son poco comunes. Aun así, debería haber más
preparación de parejas, menos intromisión de grupos controladores y represores
que aun los detractores de “Unorthodox” reconocen.
Una Jasidica
que lo Tiene Todo
Michal Lashansky
en The Times of Israel ha confeccionado una lista para las
maestras de kallot, partiendo de la base de que son ellas quienes deben
evitar que la consumación de un matrimonio se convierta en una pesadilla como
ocurrió con Esty/Deborah. Por otro lado, la jueza Ruchie Freiberg ha hablado de
“grupúsculos de extremistas fanáticos” que controlan a una comunidad de gente
“benévola, compasiva ycariñosa”. Cundo
escribió esa crítica del libro de Deborah Feldman, Freier era abogado. Desde el
2016 es jueza de la Corte de Brooklyn. La primera jueza jasídica de la historia
de Estados Unidos y posiblemente la primera jasídica en ocupar un cargo público.
Hace unas
semanas, la Reina Estelwen me preguntaba qué tipo de mujer puede ser feliz
dentro del mundo de reclusión y segregación de los jasídicos. ¿Realmente puede
una mujer ser feliz en un mundo que la obliga a usar peluca, que regula su vida
sexual? Hoy puedo presentarle un ejemplo puntual.
Rachel “Ruchie”
Freier nació en una familia jasídica de Borough Park (Brooklyn). Tuvo una
infancia totalmente típica de chica ultraortodoxa, a pesar de que dice que la
dejaban leer. Confiesa hacer sido fan de Louisa May Alcott y Jane Austen, tal
como Deborah Feldman. Esto puede deberse a que Ruchie estudió en la progresiva
escuela para niñas judías Bais Yakov (tal como Feldman, aunque ahora pretenda
no recordarlo).
Fue en su último año
en la academia que Ruchie comenzó a tomar cursos de estenografía y decidió
prepararse para ser una secretaria legal. Actividad que desempañaría por más de
una década. A los 19 años se casó (matrimonio arreglado, por supuesto) con
David Freier un jasídico de la secta Bovor. Como David quería dedicarse a
estudiar los textos sagrados, fue Ruchie la que mantuvo la familia saliendo a
trabajar y atendiendo la casa y a sus tres hijos.
Cuando David acabó
sus estudios rabínicos decidió que quería ir a la universidad para poder dar a
su familia un mejor pasar. Cuatro años más tarde, luego que David obtuviera un título
en contaduría, los Freier sorprendieron a sus familias con el anuncio de que
Ruchie se había inscrito en la universidad judía de Touro. De ahí saldría con un título en ciencias políticas
Durante sus cuatro años de estudio Ruchie aumentó la familia con un nuevo bebé.
Ahí no terminaron
los estudios de Ruchie que se enroló casi inmediatamente en la Facultad de
Derecho de Brooklyn College. A pesar de que, conocidos, amigos y hasta
parientes no creían que una jasídica fuese a tener clientes, con el apoyo de su
esposo e hijos (a los que se agregarían otros dos más) Ruchie se graduó en el
2005, hizo su práctica en el bufete de Hilary Clinton (La jueza es demócrata
como la mayoría de los jasídicos) y en el 2006 pasó su examen de la barra de
abogados.
Irónicamente, sus
primeros clientes fueron judíos Satmar que necesitaban de un abogado que
hablase yiddish y que sirviese de embajador diplomático ante los tribunales
seglares. Ruchie ha sido un puente humano, explicado al mundo legal las “excentricidades”
de la comunidad y asesorando a los Satmar sobre el sistema de leyes estadounidense.
Aun antes de su
nombramiento a la Corte Criminal, Ruchie había estado militando en otras causas
que benefician a la comunidad jasídica. En el 2005 fundó Chasdei Devorah, una
organización para ayudar a familias jasídicas de bajos recursos. Preocupada por
el alto número de suicidios entre adolescentes de la comunidad, en el 2011 creó
B’Derech, una fundación para ayudar a jóvenes con problemas y de familias
disfuncionales. Esto la ha hecho entender a gente como Deborah Felman y otros
que quieren alejarse de este mundo que los hace infelices. También ha sido
elocuente en su denuncia a la poca ayuda que reciben las víctimas de abuso
sexual dentro de la comunidad.
Su mayor logro
fue la organización del servicio de ambulancias y paramédicas Ezrah Nashim. Esto
como respuesta a la política de Hatzolah, el servicio de ambulancias que
atiende a pacientes judíos de no contratar mujeres. Para Ruchie era escandaloso
e iba en contras de las reglas de modestia judías que accidentadas,
parturientas y otras pacientes fuesen manoseadas y atendidas por varones. Ella
misma cursó un programa de entrenamiento para certificarse como paramédico.
Es fascinante que
esta abuela de 55 años y que mide apenas un metro sesenta centímetros de estatura,
pueda equilibrar el llevar un hogar tradicional y ortodoxo, la crianza de seis
hijos (dos de los cuales ya se casaron) su puesto de jueza y todas estas otras actividades.
Pero lo más fascinante es que Ruchie (que no se considera feminista) lo hace
todo sin salirse del marco de reglas que gobiernan a las mujeres jasídicas y a
las ultraortodoxas y eso incluye su peluca, y su adhesión a las Leyes de Pureza
Familiar.