martes, 18 de abril de 2023

Del Bazar de la Caridad a Les Combattants: Otro fracaso woke de Netflix


 

El inicio de mis Confesiones coincidió con el Centenario de la Gran Guerra. En ese entonces me quejé de lo poco que se había hecho para conmemorar ese evento. Casi una década después hemos visto surgir del cine y televisión británicas mucho material sobre lo sucedido en La Guerra del 14, pero casi todo en términos de soldados (2017 y la nueva y aplaudida versión de Sin novedad en el frente). De las mujeres hemos visto a las que,  como Lady Mary Crowley despiden a los héroes en la estación de tren, pero muy pocas veces las hemos visto en el campo de batalla donde sirvieron como conductoras de ambulancia (la Garconne) y enfermeras de campaña (Anzac Girls). Ahora Netflix nos trae la francesa Les Combattants que remedia esa carencia presentándonos a cuatro mujeres en la retaguardia del ejercito galo.

Bucher y Netflix Unidos de Nuevo

Para quienes tienen acceso a la programación de Walter Presents,  que en USA puede verse vía PBS Masterpiece vía Amazon Prime, les recomiendo En los Campos de Flandes,  una tristísima visión de la Bélgica Ocupada. Les Combattants o Women in War, título que le ha dado Netflix, se diferencia en que,  en vez de enfocarse en una familia pudiente belga,  gira en torno a cuatro mujeres de diferentes clases sociales: una prostituta, la dueña de una fábrica , una monja y una enfermera.



A pesar del diverso cuarteto yo estaba con mis dudas sobre la serie. El que la ofreciese Netflix y que parte del cuarteto lo integrasen el trio de actrices culpables de ese relato bochornosamente malo,  El Bazar de la Caridad,  me tenían mirándola con sospecha. Lástima que no me equivoqué

La reprensible iris Bucher ,   creadora del desafortunado Bazar,  es aquí coproductora y funge como parte del equipo de guionistas. Aunque el jefe del equipo de libretistas sea José Caltagirone—autor de la fabulosa Speakerine y el director es Alexandre Laurent, reconocido por potentes dramas detectivescos como La Mante y Falco, Bucher es quien manda. Así que si nos tropezamos con vomitivo wokismo ya sabemos que Madame Bucher y Netflix son los culpables.

La acción tiene lugar en Los Vosgos, el norte de Francia, en septiembre de 1914. Algo que muchos no sabíamos o entendíamos es que la Primera Guerra Mundial comenzó con la victoria alemana algo que perduró hasta el final y que provocó esa monótona,  pero letal,  guerra de trincheras. A un mes de declarado el conflicto,  los alemanes habían dividido Bélgica en dos y habían penetrado en territorio francés amenazando Paris.



Marguerite, la Putain de Corazón de Oro

Lo que nos muestra la serie es una frontera fluctuante con avances (y escaramuzas) diarios del ejercito germano. A uno de esos puebloscada vez más cercano a ser ocupado por el invasor llega Marguerite de Lancaste. A pesar de su auto último modelo y aristocrático nombre es simplemente una putain. Incluso trae su carnet profesional de trabajadora sexual (En Chile en mi infancia toda sexoservidora respetable tenía su carnet laboral que especificaba para que establecimiento trabajaba y que estaba al día con sus revisiones médicas).



Hay un solo burdel (y bien miserable) en Sainte Pauline. Es regentado por un par de hermanos. Uno de ellos,  Marcel, es quien  contrata a Marguerite, sorprendido de que una cortesana parisina venga hasta este sitio. Marguerite explica que ya no hay clientes en Paris. Todos están en el frente y ella ha venido a buscarlos. Sin embargo, Marguerite tiene actitudes sospechosas.  Carga un mapa de la zona militar, busca, entre los veinte clientes que debe atender diariamente, a oficiales a los que saca información y la vemos escudriñando el campamento francés con binoculares. Todo indica que se trata de una espía.

El problema de una serie woke,  y ahí es donde vemos la siniestra mano de Iris Bucher,  es que los hombres son muy malos y las mujeres muy tontas. Marguerite no es una excepción. A poco de andar espiando es descubierta por los soldados. Acusada de querer hacer negocio en el campamento es entregada al cafiche Marcel que recibe una amonestación. La vuelven a ver cerca del frente y le cierran el local.

Marcel no es tonto. Sabe que Marguerite no fue allá a prostituirse. Su hermana ha registrado el equipaje de la nueva y encontrado los mapas. Marcel la acusa de espionaje. Marguerite lo niega, pero Marcel ha encontrado una foto de un jovencito entre las pertenencias de su prostituta estrella. Por la edad,  deduce que el joven oficial es el hijo de Marguerite. En vez de asumir una verdad que la exonera y que no es un estigma, la prostituta pone ojos de fiera y permanece en silencio.



A mí me cae bien Marguerite, es la casi única que me cae bien en este cuento, pero ponerla terca la coloca en el bando de las tontas. Marcel es un archicriminal, pero muy listo. mejor tenerlo de su parte. Para quebrar la porfía arrogante de Marguerite, se va a buscar al oficial en el frente. Marcel,  además de proxeneta,  es traficante de drogas y se las provee a los poilou. Ahí conoce a Colin, el hijo de la putain. Para horror de Marguerite, Marcel se lo trae de cliente.

Caroline, la Insufrible Pasiva

Colin no es el único secreto de Marguerite. En el primer episodio reconoce a alguien del pasado, la elegante Madame de Witte. Caroline es un personaje insufrible, puesto que representa tanto a la mujer adinerada como a la Scarlett que debe defender el patrimonio familiar en tiempos de guerra. Lo triste es que Caroline es totalmente pasiva, no sé si sea un problema del actriz o que ha construido al personaje para que de esa impresión.

Antes de la guerra, Caroline su esposo Víctor, y Madeleine, su malcriada y odiosa hija , vivián en una zona ya ocupada por los alemanes, por lo que han venido a refugiarse con Eleanore (qué vieja esta Sandrine Bonnaire) madre del ingeniero,  cerca de la usina familiar. Víctor parte al frente, decisión que molesta de sobremanera a su mujer, a su hija y a sus obreros que no se han enlistado ya que el patrón les ha prometido excepciones puesto que armar camiones es un trabajo primordial.



Víctor pone a Caroline a cargo de la fábrica y nadiemenos ellaestá contento. ¿A ver qué tipo de relato feminista es este? ¿No se supone que Caroline, quien ya ha colaborado con su marido en el negocio, estaría feliz de ocupar un puesto que demuestre su empoderamiento? Creemos que Caroline es empoderada porque, como Marguerite,  conduce su propio auto. Eso en las series de época woke es una forma de emancipación, junto con usar pantalones y fumar como chimenea. Cuando la liberación femenina comienza en la cabeza no en la actividad fisca.



Eleanore,  a pedido de su hijo, acepta apoyar a la nuera con la fábrica, pero se nota que no traga a Caroline que en realidad es impávida y un poco perezosa, hasta manda a la hija a comprar pan. Se presenta la policía militar y se lleva a todos los empleados de fabrica acusándolos de deserción . Caroline está destrozada, se suponía que iban a eximirlos el servicio.

Quien iba solicitar esa excepción es el gran villano de este cuento, Charles de Witte, hermano de Víctor. Un canalla elegante, vividor y drogadicto. las tiene todas para ser expulsado de su empleo en el Ministerio de Guerra. Este despido pone a Charles camino al frente, algo que quiere evitar a toda costa. Lo primero es sacar a Caroline del medio y ponerse él a cargo de la usina. Si acepta la oferta del gobierno de dedicarse a la manufactura de armamentos , Charles podrá usar su empleo como una contribución esencial al esfuerzo bélico y no tendrá que ir a guerrear.



Lo primero es no solicitar excepciones para los empleados. Sin mano de obra, Caroline pierde todo el poder. Charles llega a casa de su madre y les comunica a Eleanore y a Caroline la oferta del gobierno. Caroline se niega a cambiar el propósito de la usina. Llegan del banco con el cuento de que deben los de Witte unas cuentas atrasadas. La única solución es cumplir con el pedido de camiones de una fábrica de cerveza. Ahí habrá para pagar las deudas y a las trabajadoras, porque por primera vez vemos a Caroline en acción. Recluta, previa promesa de pagarles el dinero que les debe a sus maridos, a las esposas se los obreros y así termina con el pedido.

Charles,  desesperado acude a su amigo de la infancia, el chulo Marcel. Este maleante parece tener más poder que nadie en el pueblo porque consigue que la cervecera le retire el pedido a la Fábrica De Witte. Caroline queda vestida y alborotada con una ristra de camiones que nadie quiere y una fila de empleadas impagas. Hora es que se despabile y caiga en que su cuñado es su peor enemigo y quiere destruirla. Los medios están en el pueblo y tienen que ver con el pasado de Caroline. Antes de ser Madame De Witte, ella fue colega y amante de Marguerita.



La cortesana es el personaje más importante de esta historia porque tiene vínculos en todos lados. En su camino al pueblo le dio un aventón a la pequeña Lissette, una campesinita que va camino a convento cercano. Lisette es la protegida de la Madre Agnes, la superiora. Agnes le ha tomado un intenso cariño a Lissette y le suplica que se refugie en el convento puesto que la granja de su madre queda muy cerca de las líneas enemigas.



Abortista vs Monja

Cuando Lissette no regresa, la monja toma una carreta y va la granja donde sus temores se han vuelto realidad. Ha habido una incursión alemana y todas las mujeres, Lissette incluida, han sido asesinadas. La única sobreviviente es una forastera que dice llamarse Jeanne Charriere y ser enfermera de París. En realidad, se llama Suzanne y es una fugitiva de la justicia. Jeanne Charriere era la mujer que la llevaba a la frontera suiza, pero fueron perseguidas por un inspector que parece más empecinado que Javert.  Sucede que Suzanne se dedicaba más que a curar  heridos en su labor de enfermera, a practicar abortos. Sucede que le practicó uno a la mujer del inspector con tal mala fortuna que la paciente murió.

Las fugitiva hallaron refugio en la granja donde la muerte encontró a Jeanne. Suzanne se apodera de los papeles de la difunta y acompaña a la monja al convento. En el camino se les presenta un extraño espectáculo: un hombre desnudo que vaga por el bosque llorando como un niño. Agnes lo cubre con su capa y se lo lleva al convento. El hombre sufre de trauma, no habla,  solo llora. El ejército, todavía no consciente de lo que es la fatiga de combate, exige que estos soldados que físicamente se ven sanos, pero tienen la mente extraviada,  vuelvan al frente. Hay cuatro casos en el convento y la valiente Madre Agnes les arregla un pabellón en el altillo donde podrá curarlos a ellos y al mudo rescatado.



Suzanne descubre este refugio y la escandaliza que la superiora haya contravenido las órdenes del ejército y del Doctor Duvarnet, el médico militar que maneja el hospital.  Agnes le dice que es ella quien toma las decisiones ahí. Tal como ha permitido que Suzanne se quede (y eso que nunca le pidió permiso)  también decide que los enfermos mentales reciban atención. A Suzanne no le parece. No se entiende. En vez de aplaudir y apoyar el libre albedrio de Agnes va a acusarla con Duvarnet que tras administrarle una regañiza a la monja ordena que los hombres vuelvan al frente. Con tristeza hipócrita,  Suzanne presenta una débil disculpa “No sabía cómo eran las cosas”.  Por una vez, Agnes pierde la paciencia y le espeta un “¡No te metas en mis asuntos o me meteré en los tuyos!”



De ahí iniciará una lucha de poder. Suzanne , como buena feminazi, solo busca controlar y sobre todo controlar a otras mujeres. En todo momento demuestra desprecio por Agnes,  por su hábito, por su estatus, la grita, la empuja, pero hablaré más de esto cuando mencione el factor feminista de este cuento. Por otro lado, como buena obra de Netflix, la serie tiene un sesgo anti religión y anti-religiosos.

Aunque Agnes, gracias a un par de llamadas a Paris, ha descubierto la verdadera identidad de Suzanne, no la expulsa ni la delata. Eso se debe a que es consciente de que se trata de un par de manos que son tremendamente necesarias en ese lazareto. El problema es que Suzanne en vez de preocuparse por su situación, quiere ocupar el lugar de la Madre Superiora y hacer las cosas a su modo.

A mí no me convence Suzanne como una gran ayuda médica. Anda con el cabello sucio y descubierto cuando por todos lados hay cofias que una profesional usaría para no ser un foco de infección;  recoge un bisturí del suelo para practicarle una traqueotomía a un herido;  y si se le mueren los pacientes no debe ser muy buena practicando abortos. Además, es un personaje incongruente. Se siente obligada a delatar a un pobre desertor alemán (le encanta acusar, es una Karen total), pero ella misma cobardemente ayuda a un espía germano por miedo a que revele su identidad.



La serie sigue el feminismo mitutero creando una rivalidad entre Agnes y Suzanne y entre Carolina y su suegra. Ambas pugnas son totalmente innecesarias en un mundo en que las mujeres deberían aliarse como nos muestran las acciones de Marguerite. Agnes y la ramera son los únicos personajes rescatables de este cuento. Es un poco grotesco que sea una prostituta la que de un  ejemplo de solidaridad  porque su noviecita y la enfermerita son narcisistas que hacen las cosas para gloria propia.

El problema de Marguerite es que una no se acerca y acaricia a un hombre, que solo ella sabe es su hijo, sin esperar que él se sienta atraído por ella. Sin embargo, la entendemos porque es madre y muy maternal. La escena en la que atiende a un soldado agonizante que gime por su madre es la más bonita de la serie.



En el caso de Agnes, no entiendo que quisieron hacer. ¿Mostrarla como una hipócrita calentona que se puso cachonda al ver al desertor encuerado y decidió pasar de la masturbación al coito?  Pues, aunque el libreto es mediocre e inverosímil, Agnes sobresale como una mujer superada por shocks:  la muerte de una niña a la que sentía como hija; el ocultar a un desertor y a una asesina; el descubrir que su confesor seduce novicias; y más encima ver a su convento, un lugar de recogimiento,  invadido por hombres despedazados. Creo que eso puede explicar su ”despertar sexual”.



Tal vez la productora debió investigar un poco obre la vida monástica. Por empezar las madres superioras no tienen cabelleras hasta la rodilla, pero si ni se preocuparon por abrir un texto de historia, ¿qué podemos pedir?



La Verdadera Historia

Lo que más ha impactado a quienes saben un poquito de la historia de la Gran Guerra es el poco rigor histórico de Les combattants que se manifiesta incluso en la inverosimilitud de las escenas de batalla. Por empezar no nos dicen nada de los causas del conflicto. La misma Madeleine pregunta si los alemanes son malos.  Si,  son malos porque matan mujeres y niños y tienen un espía infiltrado, pero los franceses también son malos porque convierten a los jóvenes en carne de cañón y hacen sufrir a las mujeres. Sabemos que Charles es malo porque no quiere ser soldado, pero TIll, el desertor, es bueno. ¿Cuál es la diferencia?

El pacifismo de las protagonistas contrasta con los testimonios de la vida real. En Voices of the Great War, Peter Vansittart recoge una carta de la madre de Thomas y Heinrich Mann en que expresa regocijo por  una guerra que por fin dará a su país el sitial más importante de Europa. Su orgullo pangermánico (y viniendo de la madre de los autores más humanistas de Alemania) suena casi a fanatismo.

En sus Memorias de una joven formal (o “de una hija de familia”, depende la traducción) Simone de Beauvoir dedica muchas páginas a esta guerra que marcaría a su generación y que la encuentra a los seis años y que acabará cuando ya tenga diez. Seguir la memorias de una niña nos enseña como el conflicto se refleja en el quehacer cotidiano de las buenas familias en el relativo resguardo de Paris.



Simone comienza tan fanática como Frau Mann. Arroja por la ventana de su piso un muñeco hecho en Alemania e intenta lanzar luego,  no recuerdo si platería o loza de Sajonia. Por suerte,  es detenida por sus mayores. Pronto está en la calle, recolectando dinero para los huerfanitos belgas. Nos relata que su primer cuento es sobre una campesinita alsaciana que logra llegar a territorio francés junto a su familia.

Si, en Alemania existía un fervor patriótico motivado por nacionalismo, en Francia el grito de guerra era “Vamos a recobrar Alsacia y Lorena”. La humillación de haber perdido la Guerra Franco-Prusiana se seguía sintiendo y los nietos de los veteranos de ese conflagración habían heredado esa necesidad de limpiar el honor de Francia. Y si recordamos series inglesas como Upstairs, Downstairs  existía también ese fervor de participar en la que iba a ser una guerra que acabó con casi toda una generación europea. Pero aun en septiembre se creía que iba a terminar antes de Navidad. (acabó antes de Navidad, pero la de 1918).

A lo que voy es que ese estado lamentable de soldados drogadictos y desertores que presenta la serie de Netflix es un poco apresurado. Hasta la afiebrada productora se ha dado cuenta y ha hecho un adelanto cronológico de un factor determinante en la baja de moral del Frente Occidental: el primer ataque de gas por parte de los alemanes. Solo que este tuvo lugar en la Segunda Batalla de Ypres en 1915, no en septiembre del 14.



No puedo recomendar la serie que a lo más es lo que en La Nación han llamado “un culebrón”. Si quieren un retrato más fidedigno de la evolución del primer año de la Gran Guerra en territorio ocupado, vean En los campos de Flandes en PBS Masterpiece. Y si quieren una descripción más realista del trabajo de las mujeres en hospitales de campaña les aconsejo ver la magnífica serie australiana Anzac Girls que puede verse en USA gratis en Tubi y en Amazon. En America Latina puede verse en Acorn Tv y en Amazon.

Contenido Violento y Gory: Es una serie bélica. Tenemos escenas sangrientas de heridas. intentos de violación, muerte de una niña y otras violencias en contra de mujeres.



Contenido Sexual y Desnudos:  Sexo y desnudos en el convento y en el burdel. ¿La peor escena? La Madre Agnes masturbándose con una esponja. Totalmente innecesaria.

Contenido Feminista: No me hagan reír. Es una oda al faux feminismo. Un detalle casi jocoso, Camille Lou, la actriz que interpreta Suzanne dijo en una entrevista que el saber que su personaje practicaba abortos le había hecho comprender que se trataba de una serie “feminista”(WTF?) ¿Ahora eso define a las feministas? ¿Ayudar a abortar? Aun para una Pro-Choice como yo es una declaración aberrante.

Factor Diversidad: Una prostituta negra, Marguerite y Caroline fueron amantes y parecen querer volver a serlo.

 

6 comentarios:

  1. I mean it is not like I did not have a feeling it would be very much woke LOL I have it downloaded but have not watched it yet.

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    1. Wecan't win with Netflix. They have only one agenda and it does not include making something of good quality.

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  2. Desde FB de Norah Frías Muñoz
    Un desastre totalmente.
    Valores manipulados.
    Datos falseados totalmente, demasiados errores.
    E incluso atribuyendo méritos a un cierto tipo de mujeres y restandolo a otras.
    La manipulación más grotesca posible.
    Gracias por publicarlo María Elena.

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    1. Norah Frías-Muñoz gracias por compartir mi opinión. Las dos quedamos enganchadas en los primeros capítulos y sus falsas promesas para luego desengañarnos. Podría perdonarles el prematuro ataque de gas, hasta el que una prostituta diera ordenes a los generales, pero esa competencia caotica entre la anfermera y la monja me superó. Como dices era un caso de valores manipulados que atribuía méritos a Suzanne y se los restaba a Agnes.

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    2. Desde FB de Norah Fría Muñoz
      Totalmente manipulada.. muy dañina por lo sucio del manejo de los variados temas.
      Yo no crítico el que sean prostitutas, muchas de ellas, a la par de monjas, amas de casa, seglares, fueron parte heroica de la Resistencia Francesa y negarlo sería penoso e injusto.
      Pero éste menú que presentaron es aberración total.
      Asqueroso sencillamente.
      Todos los valores invertidos y ridiculizando al ejercito francés,la heroína campeando entre la tropa. L prostituta dando órdenes, las familias sin afectos verdaderos.
      Muy de Netflix y su labor destructiva de todos los valores dignos y admirables.
      Me superó tanta maldad!

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    3. Para Norah Frías-Muñoz A mi también y me olvidé de comentar sobre el desprecio sobre un ejercito que en ese momento defendía el suelo patrio.

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